Meses después.
—Dejaron esto para usted —mencionó Linda la asistente de Myriam, entregándole un sobre cerrado.
Myriam parpadeó y tomó aquel papel, observó el nombre del remitente, su corazón se estremeció.
—Gracias —respondió y esperó que la joven la dejara a solas.
Inspiró profundo, y mientras acariciaba su prominente vientre de seis meses de gestación, se armó de valor y lo abrió.
“Querida Myriam, estos meses en el centro de rehabilitación, me han servido de mucho, comprendí y acepté mis errores, sé también que no puedo borrar el pasado, y soy consciente que te causé muchas heridas, desde el fondo de mi corazón deseo pedirte perdón por todo el daño que te hice”
Los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas al leer aquellas letras que le envió Silvia, su madre, por más que intentó contener el llanto no pudo, durante años había esperado que su progenitora recapacitara, y al parecer por fin había encontrado la luz al fondo del camino.
Se abanicó el rostro y se secó las lágrima