El japonés comenzó a sudar frío, sin embargo sus guardaespaldas dirigieron los cañones de sus armas a Eván.
—Ah,ah, ah.- murmuró Eván, subiendo sus piernas a la mesa tras la cuál se sentaba.- si fuera ustedes no haría eso.
En segundos otros tres hombres de la escolta explotaron en pedazos. Ante aquello, los restantes mafiosos japoneses bajaron sus armas, temerosos por sus vidas y salieron corriendo del lugar, despavoridos.
—La verdad es que me decepcionan chicos.- Susurró Eván divertido.- vine hasta aquí solo por la posibilidad de ver a alguno de ustedes hacerse el harakiri*.
Alexis negó, moviendo la cabeza. Divertido ante el comentario de su hermano.
—Vamos, suplica por tu miserable vida, gusano.- masculló entre dientes el Don.
Yamamoto comenzó a decir una retahíla de cosas en un japonés atropellado y veloz, en lo que Eván sacaba una navaja y se limpiaba la inexistente churre de debajo de sus uñas.
—¿Eso te suena a disculpas, hermano?- interrogó el Don.
—No lo creo, y aunque a