—Vamos allí a sentarnos para charlar tranquilamente.
La vieja señora York señaló hacia la glorieta cercana.
Isabela aceptó y acompañó a la anciana a caminar hasta allí.
Una vez sentadas, la anciana tomó la mano de Isabela con cariño y dijo, —Isa, casarte con Callum debe suponer una presión enorme. Hagas lo que hagas, hay innumerables ojos observándote.
—Pocos te elogiarán cuando lo hagas bien, pero muchos te criticarán cuando cometas un error.
—Si no puedes proteger la privacidad de manera efectiva, vuestro asunto personal se vuelve vulnerable a las miradas indiscretas. Entonces, muchos los explotarán para su propio beneficio, generando publicidad para ellos mismos y cargándote con problemas innecesarios.
Isabela frunció los labios por un momento y luego respondió, —Abuela, no creo que fuera tan grave. Al principio sí que sentí presión, porque en aquel entonces yo era ciega y siempre me sentía indigna de Callum.
—Cuando escuchaba los juicios y los susurros de los demás, aunque parecía