Pensaba ir a recogerla al aeropuerto, pero Isabela le dijo que podía volver con sus guardaespaldas.Ella dijo que ya podía ver y que no se preocupara demasiado por ella, que quería ser más independiente.
Callum respetó la opinión de su mujer.
Él también tenía trabajo del que ocuparse y como su esposa no necesitaba que la recogiera, se fue a casa y esperó al terminar su trabajo, y de paso le preparó una cena riquísima a Isabela.
Isabela se había comido en el avión, pero cuando llegó a casa, tenía mucha hambre.
La distancia entre la mansión y el aeropuerto era un poco larga.
Había dejado de llover, el suelo estaba mojado, el cielo estaba nublado y la temperatura era más fría que por la mañana.
Al oír el ruido del coche, Callum salió a recibirla de la casa.
Isabela salió del coche justo a tiempo y Callum, bajando rápidamente los escalones, le dijo con una sonrisa: —Cariño, has vuelto, ¿estás cansada?
Efectivamente, Isabela estaba cansada por los días que había ido a la empresa. Xisela esta