A veces Santiago corría solo a la playa después de clase, se sentaba en la arena, miraba el mar infinito y se preguntaba si Felicia estaría realmente durmiendo en el océano.
Había leído sobre sirenas, así que ¿podría Felicia haber sido recogida por el rey del mar y convertida también en princesa sirena?
Santiago sonrió, pero las comisuras de sus labios se hundieron y un toque de tristeza recorrió su rostro juvenil.
Pensaba llevarse a Felicia a la zona austral el año que viene por su cumpleaños, pero ¿cómo iba a dormir sola en el fondo del mar?
¿Tendría frío? ¿Tendría miedo?
¿Todavía le recordaría?
Santiago bajó la cabeza, con lágrimas cristalinas cayendo por sus mejillas y flotando en el aire mientras soplaba el viento.
...
Habían pasado muchos años, y el niño que entonces estaba en la playa se ha convertido en un hombre, sólo que la costumbre de mirar al mar sigue siendo la misma.
—Señorito, se está haciendo tarde, date prisa en volver.
Santiago, estupefacto, levantó los ojos hacia Om