Los ojos de Lucía se abrieron de par en par y casi se echó a reír mientras se apresuraba a llevar a su hijo hacia ella.
Polo se incorporó, con el pelo revuelto, el rostro conmocionado y la luz apagada en los ojos.
Sólo Santiago lo encontró divertido, aplaudiendo y riendo.
Polo respiró hondo varias veces y se dice desesperadamente: ¡es mi hijo, es mi propio hijo, es mi hijo biológico!
—Cariño, tú... ¿Estás bien?
Polo esbozó una sonrisa y dejó escapar una sola palabra: —Nada.
—Que... —Lucía quería preguntarle si iba a seguir traduciendo el material de Manolo, cuando sonó el teléfono, un número de la zona austral.
—Lucía, te levantas, ¿verdad? — Era la voz de Ánsar al otro lado.
Santiago se apresuró a tomar el teléfono en cuanto oyó que era el abuelo,—¡Abuelo, abuelo!
—Mi cariño,¿ me extrañas? —Ánsar se rió alegremente—. Vuelve pronto, y el abuelo te llevaré a atrapar luciérnagas.
—Pero tengo ahora algo que decirle a mam, así que ¿quieres esperar un poco?
Santiago asintió de forma plausib