—¿Ay? — Fue el turno de Polo de ponerse blanco de miedo—. ¡No!
—Cariño, ¿vas a separarnos nosotros?
—¡Lo prometo! Prometo que no volveré a levantar, ¿vale?
No más... ¿No más?
Lucía pensaba un poco y no pudo evitar soltar una carcajada.
No importaba lo tranquilo y seguro de sí mismo que estuviera Polo fuera, siempre volvió a casa con este error incoherente.
—Vale—Lucía se burló de él despacio—. ¡Si vuelves a levantar así a tu hijo, no volverás a 'levantar' nunca más!
—Tú...
Polo puso los ojos en blanco.
Sin embargo, Santiago estaba bromeando, y sus dos manitas gordas revoloteaban para que las cogiera, presumiblemente aún queriendo experimentar la sensación de haber acabado de volar.
Polo sonrió de mala manera y dejó a la mujercita sola frente a su hijo.
Cuando vuelvas a tu habitación por la noche...
—¿En qué estás pensando?
Polo se apresuró a retirar esos encantadores pensamientos: —¡nada!
—¡Toma, hijo para que lo cojas! —Lucía frunció el ceño.
Polo se paralizó y cogió a su hijo, pero