Daniel nunca esperó que fuera Hera la que estaba fuera.
Inconscientemente da un paso adelante para proteger a Soledad.
—¿Qué, no nos han presentado? —Hera tenía una sonrisa en la cara, pero la mirada que dirigió a Soledad era mordaz.
Era la primera vez que se encontraba así cara a cara con Soledad.
Estaba un poco sorprendida.
Antes habían sido las personas que ella había enviado a seguir a Soledad las que le habían informado de cómo era Soledad, y hoy, a primera vista, la belleza de la chica la había cogido muy por sorpresa.
No le extrañaba que Daniel viniera aquí todos los días.
Hera se mordió el labio y forzó una sonrisa.
—Ya que no hablas, ¡me presentaré! —Extendió la mano—. Soy Hera y yo...
—También soy una princesa. —Daniel dijo en voz baja.
La mirada de Daniel era cautelosa, sus cejas fruncidas, y varios pensamientos flotaban en su mente...
Soledad la miró estupefacta, inmóvil y sin palabras.
—Su Alteza—asintió Daniel con respeto—, ¡fue una grosería no saber que estaría aquí! Us