Lucía se quedó helada: —Papá, ¿quienes son?
Ánsar la dio una sonrisa amarga.
—¡Deja a Santiago con la niñera, llama a Polo y os llevo conmigo a conocerlos!
Y lluego se dirigieron al salón.
Al entrar, Lucía vio a un hombre y una mujer sentados en el sofá.
El salón de la familia Ramírez era lujoso, y los dos se sentaron allí, enjoyados y regios con el traje tradicional de la zona austral.
Rafael llevaba a Lucía y Polo hasta ellos siguiendo el protocolo real.
—Señorita, señor—Rafael dijo en voz baja—. A la izquierda, es la princesa Hera, y a la derecha, es el príncipe Huntley. Deberíais haber hecho una reverencia.
Lucía asintió e hizo una respetuosa reverencia.
Luego levantó los ojos para mirarlos.
Hera sonrió suavemente y la saludó. Había oído que era la única princesa de la familia real, y era muy honorable.
Lucía estaba pensando que no sólo era honorable, también era hermosa, y al haber crecido en una familia real, la elegancia y la nobleza se le habían grabado en los huesos.
El prínci