—¿Qué?
El policía y Soledad se congelaron al mismo tiempo.
—Uncle, no hagas esto...
—¡Cállate tú! —le gritó Daniel a Soledad.
El corazón de Soledad tartamudeó mientras la agresividad se apoderaba de su corazón y una acidez le recorría la nariz.
—Esto es alta mar, ¿no?
—Así es... — El policía frunció el ceño—. Es alta mar.
—Fuisteis los responsables de escoltar a este hombre fuera del país, ¿correcto?
—Bien.
—En cuanto esté fuera de Inglaterra, no interferirás en adónde vaya ella, ¿no?
Decía la verdad y el policía sólo pudo asentir con la cabeza.
Daniel se adelantó y abrazó a Soledad.
Todo el cuerpo de Soledad se envolvió alrededor de él; Su abrazo era tan cálido y seguro que la hizo enrojecer los ojos.
—¡Ella es mi prometida! ¡Se suponía que iba a venir conmigo!
...
Soledad estaba sentada junto a la ventana, todavía con el océano infinito frente a ella, y seguía sintiéndose mareada.
La diferencia era que una hora antes estaba sentada en un barco y una hora después estaba en un helicópt