Los ojos de Soledad se abrieron de horror.
Miró a Daniel con incredulidad y, de repente, un escalofrío le recorrió la espalda.
El hombre estaba bien vestido y tenía un aire de nobleza, pero sus ojos eran afilados y no parecía una buena persona...
Daniel pellizcó su muñeca, la fuerza no pudo evitar aumentar.
Soledad sintió un dolor agudo y no pudo evitar gritar: —¡Señor, por favor, suélteme!
—No has respondido a mi pregunta.
—¿Qué pregunta? —Soledad pensaba un poco—. Ay, ¿de dónde ha salido esta ropa? Je, bueno...
Se acercó más a él, con una sonrisa inocente con un toque de coqueteo y una mirada extravagante.
—¡Suéltame primero y te lo diré!
Los dedos de Daniel se soltaron inconscientemente.
Sin embargo, al segundo siguiente, Soledad le empujó violentamente y huyó como un conejo en dirección contraria.
Un policía. ¡Debía ser policía!
A Soledad le dio un vuelco el corazón.
Si no era policía, ¿por qué tenía esa expresión rara? Era sólo una ropa rota. ¿Por qué iba a preguntar si era de un