Comenzó la segunda parte del partido.
Polo entró en juego y protagonizó un pequeño arrebato, ¡recibió un pase por el centro, cargó hacia adelante y marcó un gol tras unos cuantos intercambios con el defensa rival!
La sala estalló de inmediato y Lucía no pudo evitar levantarse y vitorear.
Polo se quitó la camiseta, la sujetó con las manos y la agitó, mostrando una parte superior del cuerpo tonificada y llena de masculinidad varonil.
—Ayyy...
Las señoras de clase alta junto a Lucía se habían vuelto completamente antipáticas.
Giró la cara para mirar a las mujeres, cada una con los ojos brillantes, como lobos, ¡como si quisieran abalanzarse y comerse a Polo inmediatamente!
Mirando más lejos, las aficionadas de las gradas, con sus cortas faldas, estaban excitadas y se retorcían salvajemente.
—¡Je! —La golpearon fríamente en el hombro—. ¿Ves? Ese señor Juárez, ¡es impresionante!
—¡Sí, sí, mejor que los jugadores!
—¡Ay, ha vuelto a llevar el fútbol al área contraria!
Lucía se mordió el labio