Casada Con Mi Jefe
Casada Con Mi Jefe
Por: Karlosmotta8
Capítulo 1

La ciudad de Barquisimeto está entre las tres aglomeraciones urbanas más grandes y pobladas de Venezuela. Desde finales del siglo XIX es uno de los principales centros mundiales de comercio y Cultural.

Barquisimeto se caracteriza por ser cosmopolita, dadas sus influencias a nivel Nacional en los medios de comunicación, en la política, en la educación, en el entretenimiento y la moda, justo en todo aquello en que ella no sabía nada. Estaba perdida. Se detuvo en medio de la calle echando un vistazo al tráfico descontrolado de la ciudad.

Entre sus manos el periódico, a cada paso más doblado, perdía toda esperanza ya que, los clasificados se acababan como también las horas del dia.

Bajó la mirada cerrando los ojos con fuerza, esta era su última oportunidad y a la vez la más lejana de conseguir. Era imposible que le dieran el empleo ahora que se detenía frente al gran edificio.

¿En qué pensaba cuando decidió gastar su último pasaje de autobús para llegar hasta ahí era muy elegante el edificio? Las manos y las piernas le temblaban. De reojo contempló el lugar. La Av. Bracamontes agitada como siempre, justo en uno de los sectores más concurridos, así llamaba mayor atención, el gran edificio de Joyerias Gottier sobresalía entre los demás gracias a su altura y modernidad y belleza. Paneles de vidrio Verde Tuqrquesa, más de cuarenta pisos y el reflejo del sol daba la sensación de estar en el Olimpo mismo. Tomó aire antes de dar un paso y otro, uno más acercándose a la puerta que definiría su destino.

Ahora todo su cuerpo también temblaban. Si el exterior era deslumbrante, dentro verdaderamente se sentía en el cielo. Las paredes y los pisos con franjas blancas y negras dando un estilo muy moderno y elegante. Desde el techo colgaban cuatro candelabros sobre el mecanismo de ingreso al lugar.

Muchos deslumbraban con elegantes trajes, vestidos ajustados y con una tarjeta blanca en mano o colgando desde el cuello, todos esperando su turno para que el sistema reconociera su función en la empresa y dejarles el paso.

Hacia el lado derecho se apreciaba un sector despejado que se encontraba cerrado con un panel de vidrio y lo que parecía ser una puerta con dos grandes letras, prolijamente unidas por un gran círculo en medio: IF. Se sintió observada, levantó la cabeza percatándose que uno de los guardias ceñía el entrecejo caminando en su dirección.

Un estremecimiento la hizo reaccionar dando algunos pasos en dirección contraria. En el lado derecho se ubicaba la recepción, dos chicas, al parecer muy ocupadas, recibiendo a los extraños que necesitaban un pase de visita para entrar a las dependencias del edificio.

Tragó en seco entendiendo que ese era el lugar, no sin antes volver a vislumbrar el lugar vacío que había tras esas puertas herméticamente cerradas. Intentó alizar su falda negra que llegaba bajo la rodilla.

No tuvo tiempo de plancharla por lo que se podían apreciar algunas arrugas a lejos, no obstante, era lo mejor que conservaba entre las ropas que logró llevar con ella. Temerosa y asustada vigiló los movimientos de ambas mujeres tras el recibidor.

Una de ellas concentrada en el computador enfrente y contestando llamadas con un auricular inalambrico y el micrófono frente a su boca. No dejaba de teclear ni hablar, concentradaen ambas cosas, a su opinión, muy eficiente debido a que ella no se percibía en esas condiciones para nada.

¿Todo aquel que trabajara ahí debía tener esas aptitudes? Podría aprender, ¿cierto? La otra chica recibía correspondencia, entregaba pases para ingresar a los organismos del edificio y atendía cualquier cosa que llegara en un segundo muy rapido.

Suspiró, sabía que era el lugar donde menos la escogerían de todos, pero ya estaba ahí.

Lentamente se acercó exponiéndose vulnerable ante la exotica rubia que tenía frente a ella: esbelta, bien vestida y maquillada para un trabajo como este parecia mas una modelo que una recepcionista.

La chica le dio la bienvenida con una sonrisa cordial.

—Buenos días, ¿qué necesita?

—Ve-vengo por… Vengo por la información del trabajo en… La rubia se estiró para poder examinarla de pies a cabeza como si guera un bicho raro. Se sintió cohibida por lo que bajó rápidamente la mirada al suelo como si fuera lo más interesante del edificio La chica sentada al otro lado soltó aire antes de regresar a su postura de trabajadora eficiente y a detenerse los papeles sobre el escritorio.

—Las entrevistas fueron hace un par de horas… Si hubieras llamado antes, lo sabrías.

—Es que… So-solo llegué aquí ho-hoy y no he podido lla-llamar

—tartamudeó intentando demostrar la confianza que no existía en ella.

—Lo siento, ya pasó el tiempo, será para otra ocasión, si me disculpas…

—¿Marta? Tanto la rubia tras recepción y ella se dieron vuelta para encontrarse con una mujer mirándolas con el ceño fruncido.

Como todos los que pertenecían a ese lugar, vestía pulcramente un traje de dos piezas de color negro con una blusa blanca, su cuello y orejas eran adornados con perlas.

El cabello lo llevaba tomado y un leve maquillaje que la hacía parecer más profesional de lo que debía ser realmente.

Su parada era determinante fuerte, confiada y capaz de intimidar a cualquiera, tal cual lo forjaba con la chica rubia detrás del escritorio. Al igual que la recepcionista, aquella mujer se quedó atenta en su vestimenta, algo absolutamente no apropiado para un lugar como aquel, ya lo sabía desde que entro. Cuando sus ojos se encontraron con esa fuerte mirada, cabello rubio y ojos claros detrás de unos lentes ópticos sin marco se quedó contemplando fijamente más tiempo del que debia.

Buscó en todo su ser no evadir sus ojos como hubiera hecho con otros, debía superar esos miedos si quería por lo menos salir con la frente en alto cuando le dijeran que no era apta para aquel lugar de trabajo.

Se estremeció de pies a cabeza. La mujer asintió una vez, se giró hacia la recepcionista que seguía atenta a todo. Se quitó los lentes un segundo para volver a colocarlos en su lugar, la escaneó de la misma forma y finalmente negó.

—Procura que el uniforme sea el correcto, sabes que solo se aceptan dos colores y sobriedad… Esas joyas están de más y ese escote dice que fueras la recepcionista de un bar nudista, ¿entendido?

—Sí, señora Wickham. Contestó la rubia quitándose las pulseras de oro que llevaba en la muñeca guardándolas en alguna parte oculta de cualquier visitante. La señora Marta volvió a detenerse en ella percatándose que seguía sin siguiera pestañar, tan quieta como si fuera parte de los muebles del lugar.

—¿Tu nombre?

—So-Sofia, señora

—se ruborizó al percatarse de que no había dado su apellido—.

Sofia Montenegro, señora.

—Bien, señorita Montenegro, sígame. La señora Marta avanzó a paso firme hacia el sector donde seguían los empleados, presentando su identificación para concurrir a su lugar de trabajo, sin embargo, la mujer siguió hacia esa puerta de cristal con las letras entrelazadas.

Al sentir que la chica no la seguía se giró mirándola con impaciencia por favor. Sofia se estremeció corriendo para alcanzarla como un perrito asustado, no podía ni quería imaginar hacia donde la llevaba; no podía tratarse de un salón de policía, ella no había hecho nada, ¿o sí? El guardia de la entrada la detuvo luego de que la señora Marta ingresara, ésta carraspeó llamando la atención del grandote informando que venían juntas, la credencial de visita se la pasarían luego.

El hombre asintió levemente permitiendo el ingreso luego que la mujer pasara su credencial activando una luz verde demostrando que se hallaba registrada en el sistema operativo de la empresa.

No esperaron más de cinco segundos a que las puertas del ascensor abrieran dejando a la vista un lujoso espacio casi del porte de su habitación alquilada. Para sorpresa de la chica un hombre alto, de tez oscura, cabeza rapada, con traje negro, camisa blanca y corbata negra las saludó con un asentimiento.

Se sintió incómoda cuando éste se le quedó viendo más tiempo del debido. La mujer a su lado digitó un código en el panel y las puertas volvieron a cerrarse. Temerosa se quedó alejada de ellos.

Ninguno hablaba y tampoco parecían sentirse incómodos al respecto. Observó el panel donde anunciaba los pisos que dejaban atrás. Se sorprendió lo rápido que subían cuando vio el número 22 y 23 pasar muy rápidamente.

Su cuerpo al completo se sobresaltó cuando una voz computarizada informó que iban a llegar a la Presidencia. Dejó de respirar, no sabía en qué se metía. Cuando el panel mostró el número 42 el ascensor de detuvo y la voz se volvió a escuchar: “piso 42, Presidencia”.

Las puertas se abrieron dejando a la vista un gran vestíbulo en tonalidades blanco y gris. Frente a ellos una recepción para dos trabajadores, a cada lado una salita con sillones de cuero negro y mesas de vidrio sobre un sector de alfombra. Todo el resto del piso era de algun marmol muy cotosos eso se veia a distancia.

Hacia ambos costados un pasillo que debía llevar a las oficinas, las cuales debían ser completamente privadas para el ojo espectador. El hombre tras ellas carraspeó sobresaltándola. La mujer fue la primera en salir y luego le siguió Sofia dando una mirada de vez en cuando hacia atrás para verificar que el hombre la seguía de cerca. Respiró cuando éste tomó el pasillo del lado izquierdo.

Se apresuró en seguir a la señora Marta que ya se encontraba junto a la chica de recepción; parecía ser más amistosa que Sarah, la rubia del vestíbulo principal. La chica de cabello corto y castaño, con un corte muy original, le regaló una sonrisa antes de prestar total atención en la señora Marta.

Como si no estuviera presente comenzaron a conversar sobre asuntos del trabajo, algunos archivos de los cuales no entendía y luego de personas que debían trabajar en la empresa hasta que bajaron la voz para referirse a una persona especial: Sebastian Gottier. Por la expresión en sus rostros, algo no andaba bien con aquel hombre del que hablaban.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo