Al entrar a la cocina, Blanca observó como Andrés trataba de conversar con Tamara, pero ella solo lo ignoraba, mientras se servía un té tibio para calmar sus nervios.
— Andrés, vete de la cocina por favor, necesito hablar a solas con Blanca.— Tamara miraba hacia el suelo, muy desilucionada, en tanto él se retiraba; y con su mano, señaló a Blanca la silla para que tomara asiento.
— Dígame señora, ¿qué es lo que quiere conversar conmigo?
Tamara sacó una pastilla de su brassier y la introdujo en su boca, para luego hablar más calmada.
— Andrés me tiene preocupada Blanca, yo vine a este pueblo con la intensión de pasar un rato agradable, pero él está haciendo que pierda la paciencia, yéndose por ahí a hacer no sé qué cosas, con las marginales de este pueblo.
— ¡Señora, yo no puedo opinar sobre este asunto!
— Sé que no es lo más adecuado, pero él no me deja más remedio que mantenerlo vigilado. A partir de ahora, quiero que vayas a donde él vá, que comas lo que él come, que seas su sombra e