Kiara

Han pasado algunos días desde el ataque. La casa estaba más tranquila, más ligera. Las heridas físicas estaban sanando… pero yo sabía que las emocionales tardarían un poco más. Jason aún llevaba esa mirada silenciosa de culpa. Un peso que no podía quitarle por completo, pero que intentaba aliviar todos los días, con besos, risas, promesas.

Estaba vivo. Los dos lo estábamos.

Bajé las escaleras acomodando el vestido ligero que llevaba. Era el día de resolver una de las partes más dulces de nuestra ceremonia de unión: los pasteles y los dulces. Y, sinceramente, necesitaba este momento de calma.

Jason apareció puntualmente, viniendo de la dirección opuesta del pasillo. Acababa de salir de otra reunión con Stefanos, y traía ese aire de lobo demasiado ocupado… pero al mismo tiempo, todo mío.

"Hola, lobo ocupado", bromeé, sonriendo al verlo.

"Hola, mi loba ansiosa por azúcar". Bajó los últimos escalones con una media sonrisa, se detuvo frente a mí y me dio un beso prolongado, antes de