206. El nombre de ella
Nuria
El mundo aún daba vueltas.
Yo estaba jadeando, con los brazos apoyados sobre la mesa, el cuerpo aún temblando por el impacto de lo que acababa de pasar. Stefanos seguía dentro de mí, el pecho pegado a mi espalda, su aliento caliente rozando mi cuello.
No decía nada.
Y aun en silencio, me lo decía todo.
Sus brazos me envolvieron con firmeza, como si el mundo de afuera ya no fuera digno de alcanzarnos. Como si allí, en esa oficina pequeña, sucia de deseo y victoria, nada más importara.
Nos quedamos así por largos minutos, solo escuchando el sonido de nuestra respiración. Me sostenía como si aún necesitara demostrar que yo era real. Y tal vez... yo también lo necesitaba.
"Eres mi hogar", susurré, repitiendo las palabras que había dicho antes, sintiendo sus labios rozar la curva de mi hombro.
"Y tú eres mi eternidad", repitió él, esta vez más suave. Más presente.
Stefanos se apartó despacio, ayudándome a darme la vuelta. Sus manos me sostuvieron con cuidado, y por primera vez desde