169. El fin de un lazo
Stefanos
El coche ya estaba estacionado frente a la mansión, el motor encendido, y el conductor con los ojos fijos en el retrovisor, esperando la orden final.
Johan bajó los últimos escalones de la entrada como si estuviera yendo a un paseo cualquiera. La mochila colgada a la espalda, la expresión aburrida, esa misma que usaba desde pequeño cuando quería fingir que no le importaba.
Pero ahora, no estaba engañando a nadie.
Mucho menos a mí.
Abrí la puerta del coche despacio y me paré a su lado, bloqueando el paso.
"¿Estás seguro de que no quieres decirme quién es tu cómplice?", pregunté, sin rodeos. "¿Te vas llevando este peso contigo?".
Él arqueó una ceja. "¿Cómplice de qué, tío? ¿De haber sido echado por culpa de una loba?".
Cerré la puerta con fuerza, sin dejarle entrar.
"No juegues conmigo, Johan. Estoy seguro de que tienes algo que ver con todo esto. Y sé muy bien que no lo hiciste todo solo. No tendrías esa capacidad".
Él se cruzó de brazos, con la mirada oscura de rabia.
"Te vas