135. La invitación
Stefanos
Volvimos al salón como dos generales cruzando un campo minado. La cabeza erguida, los ojos afilados y el peso del mundo sobre nuestros hombros.
Pero bastaron unos pocos pasos para sentirlo: todas las miradas estaban clavadas en nosotros.
Antes, era curiosidad.
Ahora... era tensión.
Expectativa.
Como si cada sonrisa educada escondiera una hoja a punto de ser desenvainada.
Mi mano reposaba con firmeza en la cintura de Nuria. El calor de su cuerpo, el perfume amaderado de su piel, el sonido rítmico de su respiración... todo me mantenía anclado.
Pero, ¿mi lobo?
Mi lobo estaba en pie de guerra.
Observando. Olfateando. Calculando el mejor momento para destrozar.
Acerqué mi rostro al suyo, sin apartar la mirada de la multitud.
"Vamos a bailar", susurré, bajo y ronco.
Ella levantó una ceja, sorprendida.
"¿Tú... bailas?"
Sonreí de lado.
"Hoy bailo, lucho... y, si es necesario, mato."
La llevé al centro del salón. La música era lenta, un vals arrastrado, ensayado para ocultar las inten