Capítulo 5 - El llanto de un niño

Miré a otro lado para evitar que salieran las lágrimas, no puedo llorar, no era el lugar donde me permito hacerlo. Estos años solo en la habitación que compartía con ella era donde podía hacerlo. Del resto en ninguna parte.

—El llorar no te hace menos hombre, no muchacho. Tu caso es el de muchos colombianos, se encuentran marcados por el machismo irracional. Dejan ir buenas mujeres, cometen atrocidades por ese errado concepto donde las mujeres son quien deben hacerlo. Olvidando el que todo ser humano tiene derecho a tener, hacer y buscar su felicidad.

—Fui a terapia por un tiempo, casi un año, tardé tres para comprender lo que me había pasado. Lo que usted dijo es la cruel realidad. Y ayer…

—¿Con lo de tu esposa?…

—No padre. Lo de Sandra me es indiferente. Mi ira es porque ayer me encontré con mis exsuegros, la relación con ellos era tan especial. Pude sentir lo mucho, ellos extrañan mi compañía y eso me tiene con sentimientos encontrados. Pude conversar un rato con la madre de Virginia, me dijo que ella quedó muerta en vida…

» Además, la vi por error en una videollamada… Nos quedamos mudos, mirándonos y diciéndonos infinitas cosas. Y algo aquí. —toqué el pecho, contuve las ganas de llorar de nuevo, esta m****a era más dura. Tener un taco en el pecho y no poder darle rienda suelta al dolor—. Su mirada fue reprochable, yo siento que soy el causante de su dolor.

El sacerdote puso su mano en mi hombro y no sé qué m****a sentí, como un marica comencé a llorar.

» Ese día le dije que ya no sentía lo mismo por ella, que me gustaba otra mujer…

Las comparaciones que he hecho a lo largo de estos años, las lágrimas no se quedaron escondidas, salieron por primera vez en un lugar diferente sin poder detenerlas y de manera constante. Fue una oleada de recuerdos y pensamientos, sintiéndome desgraciado en la vida por mi error.

» Ella venía con un regalo en su mano, estaba feliz, me dijo que tenía algo por contarme y darme, pero vio mi expresión y prefirió cederme la palabra. Hablé primero, permitió que le contara mi problema, imagino que ese fue su pensamiento. Fui testigo de cómo esa linda mirada cambiaba a medida de mis palabras, tuve la desfachatez de decirle que ya no la amaba. Me había mentido tanto en esos ocho meses, era el tiempo trascurrido desde su cambio de trabajo, también teníamos dos meses de no vernos. Ella se quedó muda, vi cómo su cuerpo tembló, le dije que lo mejor era alejarnos. Sus palabras fueron: «No veo conveniente entregarte este regalo, sé feliz.» Y se fue. No la vi nunca más, hasta anoche por teléfono.

—Debes seguir hablando, saca lo que por años has guardado, habla con tus amigos. ¿Qué piensas hacer con tu esposa?

—Divorciarme, lograr la custodia de mi hijo.

—Ella es su madre, muy seguro…

—No padre, tengo evidencia del maltrato físico que ella cometía con mi hijo. ¡Jamás le daré a Ernesto a esa loca!

—Haz las cosas bien, de manera legal soluciona lo de tu matrimonio. —Algo pasaba dentro de mí—. Que el niño se quede con quien le convenga más. ¿Por qué dices que todo cambió a los dos meses de tu matrimonio?

—A la una me despertó el llanto de un niño, era tan nítido, salí a la calle, pensé que alguien lo había dejado abandonado en alguna parte cerca de la casa, después de diez minutos de búsqueda dejé de escucharlo. Me senté en el inicio de las escaleras de la casa muy asustado, con una crisis de nervios, el cuerpo me temblaba y el recuerdo de Virginia se instaló en mi pecho desde ese entonces. Su última mirada, el dolor de sus ojos en ese momento, fue que se clavó en mi conciencia, fue como una daga,

» Sigue ahí ese puñal, tenía dos meses de casado, en esa madrugada comprendí el error que había cometido, y desde ahí mi intimidad no fue la misma, no era nula, pero rara vez la buscaba y lo hacía más por responderle a ella. Desde esa noche algo cambió, no me pregunte qué, pero me siento vacío, hay días en los que ese dolor se intensifica, siento que me llaman. —Él me analizaba—. Mi vida continuaba, pero mi mente, alma y corazón no avanzó, quedé en los recuerdos con Virginia, en como hubiera sido si en estos momentos ella fuera mi esposa, en cuántos hijos tendríamos.

—¿Entonces nunca supiste de ella hasta anoche?

—Me enteré de que vive en Dubái, no he preguntado si está casada, si tiene una relación, me imagino, es una mujer hermosa… —cambiemos de tema, no soporto el imaginármela en otros brazos, soy un vil descarado por no querer verla con otro y yo sí me casé con otra—. Me siento tranquilo al hablar con usted.

—Volví a cumplir con mi labor.

—Gracias, padre. Y tiene razón, es momento de aclarar todo, no le puedo garantizar el no explotar por el papel de marrano que he realizado ante quien era mi esposa.

—No soy partidario del divorcio, insisto en que se debe dar siempre hasta lo último, pero basado en la felicidad. Por un compromiso no puedes condenarte, sin embargo, sé cauto, y el tema del maltrato hacia su propio hijo es un tema delicado. El hijo de Dios vino a entregarnos amor, tranquilidad y por ende armonía. Es nuestro deber buscarla sin hacerle daño a nadie.

» En este momento te digo que hables con tu esposa, pregúntale sus razones, después de esa respuesta si ves que el hijo en común no es suficiente o si definitivamente no tienes amor, si ya se es irremediable volver a tener confianza y respeto, si no hay compromiso de manera mutua; sepárense. Busquen como adultos lo mejor para su hijo, traten de quedar en buen término por el bien del pequeño.

—¿Puedo preguntarle algo, padre?

—Por supuesto, espero poder responderte.

—¿Me aconseja buscarla, a Virginia? —volvió a quedarse en silencio, suspiró, miró al cielo.

—No estás preparado para buscarla, arregla tu problema, queda libre, es primordial tu tranquilidad, recupera tu confianza, emerge de nuevo a ser esa persona que deben extrañar tus amigos, te lo digo por lo mencionado por César, cuando vino a decirme que me iba a enviar un amigo, él ve en ti a una persona diferente.

—¿Y si vuelven a pasar momentos como los de ayer?, sin que ella o yo lo busquemos, si el destino nos vuelve a poner juntos, ¿me quedo quieto?

—Si eso pasa entonces, hijo. Es porque Dios así lo tenía predestinado. ¿Tú crees en los ángeles?

—Le dije que creo muy poco en todo lo relacionado con el tema religioso.

—Pues no está de más un análisis lo que ha sido tu vida desde ese momento en donde cambió todo para ti. Porque lo de sentir el llanto suelen ser llamados de los ángeles, apuesto mi sotana a que has tenido más de un suceso extraño con relación a lo inexplicable. —Me quedé frío, ¿Cómo el sacerdote lo supo acaso era adivino?

» Por tu mirada tengo razón. —En ese momento al jardín del padre ingresaron mis amigos, se quedaron en el portón—. Eso sí, son amigos, a ellos les podrás contar muchas más cosas, pero ten presente; este banco siempre estará disponible. Me dio un gusto conocerte Alejandro, algo me dice que te veré mucho por mi jardín.

—Espero no incomodarlo, debí venir desde hace mucho tiempo.

—No hijo, todo pasa por una razón y el tiempo de Dios es perfecto. No debías llegar antes, ni después, tenías que llegar el día de hoy, por la razón que te impulsó buscar a Dios, no te dejes cegar por la ira, por el ego masculino pisoteado, mira más bien las posibilidades de tener la oportunidad de quedarte tranquilo.

» Y con respecto a la remodelación de la casa del amante, míralo como un acto de caridad —Me miró con algo de jocosidad—. Es mejor burlarte tú mismo de las cosas, para que no te dé tan duro los comentarios ajenos. Anda, ve con tus amigos, habla con ellos. En situaciones como las actuales, es bueno rodearte de personas que han demostrado cuán importantes eres. Ellos dejaron a sus esposas después de las fiestas del fin de año, porque un amigo los necesitaba. —En eso tenía el padre, razón—. Este inicio de año te disté cuenta de tres cosas, —arrugué mi frente—. Que no tienes una buena esposa, que tienes unos amigos verdaderos, y de ñapa, tienes un lugar donde encontraste a Dios.

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