Al llegar a la isla, el equipo se dividió en grupos, avanzando con cautela a través de la vegetación densa. Las instrucciones eran claras: localizar y capturar a Ricardo con vida si era posible, pero sin correr riesgos innecesarios.
Ricardo, que había estado observando la costa desde su refugio, vio las lanchas acercándose y supo que su tiempo se había agotado. Se preparó rápidamente, tomando un arma y escondiéndose en un punto estratégico desde el cual tenía vista completa del único camino hacia su posición.
Cuando el primer grupo de agentes se acercó, un disparo resonó en la isla, seguido por gritos y órdenes que rompieron la quietud del lugar. Alexander, que estaba más atrás, escuchó el caos y supo que Ricardo había decidido pelear hasta el final.
—No tiene escapatoria —dijo, avanzando con cuidado hacia la posición de Ricardo.
Los minutos que siguieron fueron un tenso juego de estrategia y resistencia, con ambos lados moviéndose como piezas en un tablero de ajedrez. Pero