El mármol pulido y los ventanales de la oficina ejecutiva de Andrés Stewart parecían, esa mañana, un sarcófago de cristal.
Sentado tras una mesa de ébano que valía más que, la casa de la mayoría de sus empleados, Andrés no sentía el control que, su fortuna solía inspirarle.
Su rostro, habitualmente sereno y atractivo, estaba contraído en una máscara de ira y pánico, apenas contenido.
Frente a él, un holograma proyectaba gráficos bursátiles en tonos rojos chillones, señalando una caída libre
Stewart Global estaba siendo desmantelada pieza por pieza.
- Un ataque quirúrgico. - había siseado su jefe de finanzas por teléfono hacía solo una hora - Una 'empresa fantasma' nos está bloqueando el suministro de chips en Asia y, al mismo tiempo, está inundando el mercado con acciones a la baja. Es una maniobra coordinada, Señor Andrés. Alguien nos quiere muertos.
La humillación era triple.
Primero, por el abandono en el altar que había convertido su reputación en un chiste en la élite social.
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