HARPER
Sonreí con cierto nerviosismo ante la palabra que Noah acababa de usar.
—¿Cita? Creí que…
—No te preocupes —me interrumpió con un gesto divertido—, solo fue un decir. Pero confiesa, ¿sí lo olvidaste?
Fruncí los labios.
—Lo siento, es que la sesión fue…
—No tienes que explicarme, yo lo entiendo —pronunció acercándose—. Si quieres podemos ir otro día.
Negué con la cabeza, algo avergonzada.
—No. Ya había aceptado ir.
—No, por favor, no quiero que veas una salida conmigo como un deber —me pidió, pasando una mano por su cabello largo.
«Es muy amable».
—¿Puedo preguntarte algo? —llevé un mechón de cabello detrás de mi oreja. Él asintió—. ¿Por qué la invitación?
Noah me quedó observando sin perder esa sonrisa ligera y tranquila. Pero no respondía.
—¿E-es porque soy paciente de tu padre y crees que necesito ayuda? —esquivé su mirada—. ¿O por…
—¿Un interés romántico? —terminó la pregunta que dudaba en hacer.
Asentí incómoda.
—Si lo fuera, ¿habría algún problema?
Lo miré un poco seria y