Aun los murmullos entre los invitados hacia un eco en la cabeza de Leonor. No podía creer que una simple cena terminaría en un incómodo desenlace y es que un rumor que se filtraba por los rincones como un secreto que todos parecían saber, pero que nadie se atrevía a decir en voz alta.
Las copas medio vacías, los cubiertos abandonados y las risas forzadas de los invitados llenaban el salón. La cena había terminado y de la peor manera posible.
—Bueno, en qué habíamos quedado —dijo Emily llegando a la mesa fingiendo una sonrisa impecable, aunque por dentro ardía de furia por cada palabra que salió de la boca de Gabriel, cada mirada fría que le había lanzado frente a todos y que la había dejado en ridículo. Y eso, para alguien como ella, de su estatus, era imperdonable.
Gabriel, por su parte se acomodo aun costado y donde se mantenía apoyado en una columna del vestíbulo, con el rostro sombrío y la mirada fija en un punto indefinido. Su mente no estaba en la casa, ni en los murmullos,