Emily llegó frente a la puerta de la casa de Gabriel con el corazón latiendo velozmente como si fuera a salir de su pecho. Cada paso que daba estaba cargado de decisión y desesperación; había pasado toda la noche planificando cómo iba a acercarse a él, cómo iba a recuperar lo que sentía que le pertenecía. Esta vez no habría llanto, ni gritos ni destrucción: solo ella, en su versión más seductora y vulnerable, decidida a despertar en Gabriel el deseo que alguna vez había sentido por ella.
Quería abrir su corazón y que Gabriel sintiera todo eso que ella desbordaba por él. La ilusión era clara, Gabriel aceptandola nuevamente en su vida, como cuando eran ellos dos nada más.
Tomó aire profundo y tocó la puerta. Sus dedos temblaban por miedo, angustia y un poco de anticipación. Cuando la puerta se abrió, allí estaba él: Gabriel, con su usual tranquilidad, esa calma que siempre había hecho que Emily sintiera que podía rendirse ante él, pero que también la había frustrado tantas veces.
—Hol