Desperté por unos ruidos extraños. Ya no estaba en el sillón, sino en mi cama. Mi pequeña habitación estaba totalmente a oscuras y me puse de pie con cuidado, encendí la luz y observé el hermoso cielo estrellado a través de la ventana. Aquel extraño ruido seguía escuchándose. Me acerqué a la puerta y la abrí con cuidado.
¿Cómo había llegado a la habitación? Alguno de ellos debió haberme subido, mi rostro se calentó de la vergüenza, seguro me encontraron dormida en el sillón. En silencio y tratando de no hacer ruido caminé a través del pasillo oscuro siguiendo aquel ruido. A medida que me acercaba se iba volviendo más claro. Era la voz de una mujer. Cuando estuve cerca a la tercera puerta, me detuve abruptamente. —¡Oh, dios, si, Autros! —gimió una voz femenina. —Mierda —susurré por lo bajo. «Vamos, Bianka, date la vuelta ahora mismo y vuelve a tu cama.» Mis malditos pies se movieron por si solos. Y me acerqué más a la habitación. La puerta estaba abierta. «No, esto no está bien.» Giré dispuesta a marcharme, pero entonces escuché su voz. —¿Te gusta, maldita perra? —preguntó Austro con una voz ronca que mando escalofríos directos a mi coño—. ¿Te gusta sentir mi polla? Me recargué de la pared con la respiración agitada y observé a través de la rendija de la puerta abierta. Austros estaba totalmente desnudo apoyado de rodillas en la cama y una chica de cabello rojo apoyada en manos y pies mientras él la penetraba una y otra vez. Sus movimientos eran bruscos mientras una de sus manostomaba a la chica por la garganta y ella gemía de placer. El corazón me latía a toda prisa y el calor se había apoderado de todo mi cuerpo. Estaba excitada, muy excitada y mi maldita cabeza me envió imágenes mías en esa cama mientras el metía su polla una y otra vez en mi coño. Solté un gruñido frustación, estaba cansada de tener que darme placer por mi misma. ¿Por qué no podía tener una puta vida normal como las demás personas? Miré a ambos lados del pasillo para percatarme de que no hubiese nadie y bajé mis bragas con cuidado. Acaricié mi coño con uno de mis dedos y aguaté par evitar soltar un gemido y ser descubierta. Dios, necesito una polla, no un puto dedo. Mis ojos se humedecieron por la maldita impotencia mientras escuchaba los gemidos de Austros y la chica de fondo. Quería llorar, el cúmulo de situaciones llegó de repente, solo quería arrastrarme hasta el piso, abrazarme a mi misma y llorar hasta que no me quedasen lágrimas. —¿Bianka? —una voz susurrando mi nombre se escuchó en la oscuridad. Me quedé quieta e inmóvil. Deimos estaba parado frente a mi con una expresión de sopresa en su rostro. Me había descubierto, mi jefe me había encontrado en el pasillo con las bragas en los muslo y masturbándome mientras escuchaba a su hermano follarse a una mujer. Esta era la peor vergüenza del maldito mundo. Las manos comenzaron a temblarme mientras observaba el rostro inexpresivo de Deimos. —Yo —susurré por lo bajo—, lo sien... Él se acercó con rapidez y me tomó por los hombros alejandóme de la puerta. Mi rostro debía de haber estado más rojo que la sangre. Sus brazo cubiertos de tatuajes tomaron los míos y una lágrima rodó por mis ojos. —Señor, lo siento. Su dedo índice cubrió mis labios y me atreví a observar sus ojos oscuros. Tenía una expresión diferente. —Bianka —me dijo y un escalofrío recorrió mi columna vertebral—. Yo puedo ayudarte. Una de sus manos descendió y se coló por debajo de mi vestido. Me tensé. ¿Qué estaba haciendo? Uno de sus dedos acarició lentamente mi coño y me retorcí del placer. —Joder, estás muy mojada, Bianka —pegó su cuerpo al mío y su calor se mezcló con mi piel. Las sensaciones comenzaron a abrurmarme cuando su lengua comenzó a juguetear con mi oreja y sentí la dureza de su entrepierna pegarse a mi cuerpo. —¿Estás tan necesitada que tienes que masturbarte mientras escuchas a mi hermano follarse a otra? —me preguntó mientras seguía torturándome con sus caricias lentas. Su lengua seguía acariciando mi oreja y mi respiración se volvió un desastre mientras intentaba moverme para que acelerara sus caricias. Pegó mas su cuerpo a mi, acorralándome contra la pared. Su mano dejó de sujetar mi brazo y atrapó uno de mis senos. —Si mis hermanos se enteran de esto me matan, será nuestro oscuro secreto, Bianka ¿De acuerdo? —me pidió y solo pude asentir. Las caricias cesaron y adentró dos de sus dedos en mi vagina. —Jo...—su mano cubrió mi boca evitando que gritara. Sus movimientos eran rápidos, exquisitos y yo me estaba derritiendo contra su cuerpo mientras mis fluidos empapaban sus manos. Se sentía jodidamente bien su toque, su cuerpo pegado al mío, el calor de su boca en mi oreja. Deimos sabía perfectamente lo que hacía y estaba volviéndome totalmente loca cada vez que sus dedos salían y entraban en mi coño. Éramos un desastre de gemidos bajos. Su estrepierna se rozaba una y otra vez contra mí en busca de alivio. —Voy a usar tu cuerpo cada vez que quiera. Estás tan apretada que estoy muriendo por meter mi polla en tu coño. No hablé, estaba sumida en un torbellino de sensaciones que jamás había experimentado, aquello era totalmente diferente a tocarme yo misma. Me agarré de su camisa cuando no podía contenerme más, el apretó su agarré en mi boca y yo me dejé llevar por el mejor orgasmo que había tenido de mi vida. Los ruidos en la habitación de Austros nos avisaron que se disponían a salir y nos separamos con rapidez. Observé la mano de Deimos totalmente mojada por mi fluidos y él me mostró una sonrisa. —Tranquila, ha sido un placer, ve a tu habitación. Asentí sin decir palabra con la vergüenza cubriendo mi rostro, subí mis bragas y corrí hacía mi habitación. Cerré la puerta detrás de mi y me senté en el suelo sintiendo los latidos acelerados de mi corazón. Esa noche soñé que un hombre me daba la mejor noche de mi vida, pero cada vez que veía su rostro, veía uno diferente. Veía los rostros de los hermanos Snow.