Se levanta lentamente, con movimientos calculados, como una fiera que mide a su presa. Camina hacia él con pasos lentos, felinos, marcando un compás de amenaza.
Liam no retrocede, pero sus ojos se endurecen. La tensión entre ambos se convierte en un campo minado: basta una palabra mal dicha para detonar la explosión.
Kate se detiene a un metro de distancia, tan cerca que Liam puede sentir el calor de su respiración, tan lejos que aún queda espacio para la mentira. Sus ojos lo miran fijos, huracanes contenidos a punto de arrasar con todo. –La mayor traición que recibí en toda mi existencia fue la tuya –dice finalmente, y su voz, aunque quebrada por un dolor antiguo, tiene una firmeza que corta como un cuchillo. –Nunca amé a nadie más, Liam. Nunca. Siempre estuviste por encima de todo: de mis ambiciones, de mi orgullo, incluso de mi propia vida. Siempre te puse primero. Siempre.
Ella tiembla apenas, pero no aparta la mirada. Su respiración se acelera, su rostro se contrae en un gesto