Liam se aferra con uñas y dientes a su fachada de indiferencia. –Estoy con ella por el dinero –responde, y su voz suena tan fría y distante que podría congelar el aire entre ellos. La mentira resuena en sus oídos, pero se aferra a ella como un salvavidas, temeroso de lo que sucedería si admitiera la verdad.
Pero Aislyn no es tonta. La conoce demasiado bien como para no ver a través de esa fachada de hielo. –¿Estás seguro? –pregunta, con la calma de alguien que sabe exactamente cómo hurgar en las heridas de otro sin que este lo note. –¿Seguro de que es solo por el dinero? –continúa con voz más suave pero igualmente penetrante. –Si fuera así, ¿por qué te has peleado con la zorra de Kate?
Las palabras la atraviesan como flechas y, aunque se esfuerza por mantenerse firme, algo en él vacila. Un dolor profundo, algo muy cercano a la rabia, surge en su pecho. Siente que su control comienza a resquebrajarse, que la fachada que ha construido está a punto de derrumbarse por completo.
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