La sala se llena de nuevo. Sophie entra con el corazón en la garganta. Se sienta en la primera fila, justo frente a él. Le sostiene la mirada, aunque sus ojos están húmedos. Cristóbal le dedica una sonrisa frágil, rota por la tensión acumulada.
El juez irrumpe el silencio y su voz resuena como un trueno en la sala. –Se reanuda la audiencia. Solicito que el jurado se ponga de pie. Jurado número uno, ¿han alcanzado un veredicto unánime conforme a las instrucciones de esta Corte? –pregunta con tono solemne.
Una mujer de rostro sereno, pero con las manos entrelazadas con fuerza, se pone de pie. Traga saliva. Asiente. –Sí, señoría. Fue… complicado. No llegamos fácil, discutimos… pero finalmente… lo hicimos –dice, con la voz apenas contenida por la formalidad del momento.
–Proceda –indica el juez con un leve movimiento de cabeza.
La mujer mira los papeles, pero luego levanta la vista. Su voz se vuelve clara, punzante, definitiva. ––Por el cargo de participación criminal agravada en el d