Vincent.
Estaba en mi despacho revisando las cifras del último trimestre. Las ganancias de la sede en Macao se habían estabilizado, pero el flujo de clientes VIP en París mostraba una ligera caída. Nada, pero lo suficiente para hacerme fruncir el ceño. Me gustaba anticiparme a los problemas antes de que se salieran de control.
Un leve golpecito en la puerta interrumpió el silencio.
—Adelante —dije, sin apartar la vista del informe.
Gabriel entró con paso firme, con una carpeta en la mano y esa media sonrisa que a veces ocultaba más de lo que decía.
—Tenemos un pequeño problema con el casino de Montreal. Algo con las licencias de bebidas, ya sabes los protocolos —comentó, dejando los papeles sobre el escritorio.
Tomé la carpeta y le eché un vistazo rápido. Trámite sencillo, aunque molesto. Asentí y la dejé a un lado.
—Resuélvelo. No quiero que vuelva a surgir.
Gabriel se sentó sin esperar invitación y me observó con más detenimiento de lo normal.
—¿Y sobre el otro asunto? —preguntó—.