C69-QUE DISFRUTES TU ESTADIA.
Emma no sabía cuánto tiempo llevaba encerrada, pero no estaba esperando que la rescataran, ella misma buscaría la salida. Con los dedos entumecidos y la frente sudada, forcejeaba con la vieja ventana oxidada, empujándola con el hombro como si la vida dependiera de ello, un crujido leve la hizo creer que cedía y empujó con más fuerza.
No sucedió nada.
—Mierda —bufó furiosa—. Ábrete, carajo.
Golpeó el marco una vez más, de pura rabia. La mano le dolió, pero ni así se detuvo. La impotencia nunca había sido parte de su mundo, y estar atrapada le hervía la sangre.
Entonces el clic del cerrojo la congeló, giró sobre sí misma con respiración cortada, lista para desgarrar a quien entrara si hacía falta, pero cuando la puerta se abrió, la expresión en su rostro cambió por completo.
—Tú... —soltó.
Santiago se apoyó en el marco, como si la escena hubiera sido acomodada para él. La luz tenue marcaba su sonrisa oscura y miró a Emma sin disimulo, con descaro más bien.