C12- ODIARSE A SÍ MISMO.

C12- ODIARSE A SÍ MISMO.

El avión aterrizó suavemente en la pista privada. Y un auto negro esperaba ya con el motor encendido. Adler salió primero y luego extendió la mano para ayudar a Gianna a bajar. Ella apenas podía caminar, pero él la sostuvo con cuidado y la guió hasta el asiento trasero, acomodándola como si fuera de cristal.

Henry subió al asiento del piloto.

—¿A dónde, señor?

—A mi departamento en Friedrichstraße.

El asistente frunció el ceño, algo atrevido.

—¿Pero… no la llevará a la gran casa?

El aire se congeló y Adler lo miró con la frialdad de un cuchillo.

—¿Desde cuándo debo darte explicaciones, Henry?

El asistente tragó saliva, se inclinó y encendió el motor sin volver a abrir la boca. Durante el trayecto, Gianna mantenía la cabeza apoyada contra el cristal, con los ojos cerrados pero el cuerpo tenso, entonces Adler rompió el silencio.

—Primero necesitas curarte y estar presentable. Si todos han de creer que me caso contigo por amor… debe ser convincente. Será al menos
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