Capítulo 34

No tardaron en llegar a ese momento, cuando, en medio del juego, ella le había aventado un peluche a la cara. El rápido movimiento de brazos para atraparlo le generó un agudo quejido a Rosanna. Al enderezarse, la chica ya estaba con lágrimas en los ojos, incapaz de disimular por más tiempo el intenso dolor que experimentaba. Se encogió y su rostro se descompuso como si se quebrara desde dentro.

Violeta la miró fijamente, su expresión pasmándose al captar que algo estaba mal con su mamá. Ahí fue cuando la niña comenzó a llorar también, pidiéndole perdón por haberla lastimado. Rosanna le repetía sin cesar que todo estaba bien, que no era su culpa, intentando calmarla mientras todo su cuerpo pedía auxilio.

—¡Mierda! —gritó Sergio, golpeando el escritorio con fuerza.

No había palabras para describir su frustración.

Había venido buscando las evidencias del maltrato hacia la niña, y solo encontró a una Rosanna tan dispuesta a complacer a su hija que soportó el dolor hasta que ya no pudo más
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