Estaba tan absorta en la magnitud del lugar que no notó la presencia de Tomás acercándose. El sonido de su voz grave, de pronto tan cerca, la sobresaltó con tal intensidad que dio un brinco, soltó un grito agudo y se aferró al pecho de Rubén como si el susto le hubiera desgarrado el alma.
Rubén rodeó su cuerpo tembloroso con los brazos, cobijándola como si pudiera protegerla del mundo entero. Aquel pequeño incidente confirmaba sus sospechas: las cosas iban a ser mucho más difíciles de lo que había imaginado, su esposa se alteraba con demasiada facilidad.
—Shhh, no pasa nada, cariño. Tranquila, aquí estoy yo. Estás a salvo —murmuró cerca de su oído.
—Lo lamento, no fue mi intención asustarla —se disculpó Tomás en un tono solemne, tan formal que parecía no estar hablándole a un amigo de toda la vida, sino a su superior directo.
—Descuida, Tomás, solo debemos ser más precavidos — intervino Sergio, haciendo una señal a los demás guardias para que se retiraran unos pasos. La presentación o