Era una locura, ¿o había llegado a una tierra en donde la locura se manifestaba burlándose de aquellos que se atrevían a dudar de ella? Porque según su abuela, todo habitante del mundo tenía su locura, y la única diferencia se basaba en que algunos la sabían esconder muy bien y ganaban mucho dinero aprovechándose de ella, mientras otros la dejaban ver y terminaban sin un centavo en el bolsillo o internados en un manicomio. ¿Pero cómo era posible dar crédito a lo que estaba sucediendo? Definitivamente era cosa de locos: Marize, su personaje ficticio, basado en las aventuras de su compañera de colegio, se había convertido de un momento a otro en un ser de carne y hueso, quien no solamente lucía igual, vestía igual, ¡pero que también se comportaba igual! “Te pareces mucho a alguien que conozco”, le había dicho después de haber sido presentados por Tomás y ella le había respondido: “¿Verdad? Exactamente lo mismo me decían en Europa cuando anduve de mochilera”. Fue cuando el mundo le