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“Las cosas hay que disfrutarlas mientras duran. Nada es eterno”. Aileen sabía que esa era su realidad. Sumando el acoso del teniente al regreso de la enfermedad, daba como resultado un panorama poco halagador. Era consciente de los cambios, de lo nuevo. No quería ser pesimista, pero tampoco quería engañarse. Si no lograba manejar esos dos problemas, sus días al frente del cuidado del faro y su permanencia en el pueblo estaban contados. Al mismo tiempo se daba cuenta de las indecisiones de Pablo y trataba de entenderlo. Todo había sido confuso desde el principio. La claridad había brillado por su ausencia, definitivamente era demasiado pedir que el vecino lograra procesar y tomar decisiones de un día para otro. Recordó la película rodada en Miconos, en la cual un hombre terminaba compartiendo con dos mujeres en una pequeña casa alquilada para el verano. Era un concepto demasiado liberal, a pesar de su mentalidad progresista. Eso podría suceder en películas o en las sociedades
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