Lo único capaz de mantenerlo cuerdo sería el concentrarse en la escritura de su novela. Sin embargo, era demasiado difícil apartar su mente del problema de las gemelas. Al igual que Aileen, vio el sacrificio de Aikaterina como digno de admiración, lo cual también lo constituía en una poderosa razón para esperar a ver a la linda muchacha en libertad antes de tratar de definir las cosas con alguna de las tres mujeres presentes en su nueva vida. El domingo madrugó a apagar la luz del faro, y se limitó a tener una pequeña conversación con su linda vecina antes de regresar a su vivienda, desayunar con jugo, cereal y café, y sentarse a escribir en su acogedor estudio. No se olvidó de aconsejarla en evitar salir por los alrededores y mucho menos en acercarse al pueblo, y se ofreció a llevarle cualquier cosa que pudiera necesitar de las tiendas. Afortunadamente, ella no necesitaría nada por el momento; ocuparía su tiempo en la lectura de las aventuras de Marize por Europa, lo cual agradó ba