Un par de hora después. Emilia y Alexander se encontraban en el auto de camino al hotel en el que Antony y su esposa se hospedaban, pues les recogerían ahí.
—No tengo idea de porque has accedido a hacer esto —le reprocho; mientras se veía en el espejo retrovisor sobre el tablero, retocando con cuidado el maquillaje de sus labios.
—¿En verdad no lo haces? —le cuestionó con cierto escepticismo al respecto, pues sabía que era demasiado lista como para no darse cuenta.
—Supongamos que no puedo —respondió, demostrando una vez más que en efecto era muy lista.
—Solo preocúpate por el hecho de que estamos aquí con un y solo un motivo, hacerles ver que somos de confianza —le recordó con firmeza.
—No pensé que pudieras ser tan maquiavélico, creía que eras pura bondad —admitió,