En ese momento, la música comenzó a sonar con un tanto más de fuerza y vida, se trataba de una canción que provocaba desear bailar.
Pronto María y Antony se voltearon a ver entre sí, dedicándose una radiante sonrisa.
—Lo siento, pero no puedo quedarme aquí sentada, tengo que bailar esta pieza. ¿Me arias el honor Antony? —le pregunto con una complicidad maravillosa entre ellos.
—Por supuesto, mi querida —respondió, mientras se ponía en pie, tendiéndole la mano de forma gentil para ayudarla a levantarse y le guiaba hacia la pista.
Alexander era consciente de lo que debía hacer y es que quedarse sentados resultaría demasiado sospechoso; así que se puso en pie, tendiéndole la mano a Emilia.
—¿Me concedes esta pieza? —pregunto con galantería.
—¿Qué crees q