Luciana se despertó y descubrió que Alejandro ya había salido rumbo a la oficina. Alba estaba en la escuela y tanto Patricia como Elena andaban ocupadas en sus propios quehaceres.
Tras arreglarse y picar algo ligero, Luciana condujo hasta el hospital.
En el área de lavado coincidió con su viejo compañero de residencia, Mario.
—Luciana, te traje un recuerdito —comentó mientras se enjabonaba los antebrazos—. No te vi por la mañana, así que lo dejé en la sala de guardia. Luego pásalo a recoger.
—¡Gracias, Mario! —respondió ella con una sonrisa.
Mario había estado en el extranjero para un congreso. Fiel a su carácter atento, trajo pequeños obsequios para todo el equipo. Siempre cordial con colegas y pacientes, era el retrato del médico académico.
Se lavaron, entraron a quirófano y cada uno se concentró en su cirugía.
De vuelta en el servicio, tras dictar las últimas indicaciones, el reloj marcaba ya una hora avanzada. Luciana fue al vestidor a cambiarse. Al pasar frente a la oficina grand