Capítulo 845
En el jardín, Juana y una empleada le daban un baño a un labrador. Desde que Alejandro se había mudado, Miguel, sintiéndose solo, decidió adoptar ese perro. Mientras tanto, en la terraza, el abuelo y el nieto conversaban mirándose frente a frente.

Miguel señaló con la barbilla en dirección a Juana.

—Por lo que veo, ¿estás pensando en aceptarla finalmente?

Alejandro se encogió de hombros, sin responder directamente; cambió de tema:

—¿Le agrada a usted? ¿Qué opina de ella?

—¿Yo? —Miguel se rió, para acto seguido menear la cabeza—. Es tu vida. No me preguntes a mí.

—¿Cómo que no? —insistió Alejandro, con un gesto de descontento—. Si llega a ser mi esposa, se convertirá en su nuera. Necesito saber si la aprueba.

—No, no —Miguel negó varias veces con la cabeza, y una sombra de melancolía atravesó sus ojos—. A fin de cuentas, quien va a compartir la vida con ella eres tú, no yo. Yo no me voy a meter.

—Abuelo…

—No insistas —lo cortó Miguel con determinación—. Ya intervine una vez, ¿y qué pasó
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