—Ca… —empezó a responder él.
—No —lo cortó Luciana de inmediato, preocupada. Segundos después, temiendo que se enojara, le habló con un tono casi conciliador—. No es recomendable para tu estómago. ¿Qué tal un sándwich con leche, un plato de fideos o unos tacos de res?
—Me parece excelente —apoyó Sergio—. Alejandro, hazle caso a la doctora. Ahora estás en tratamiento.
—Pff —bufó Alejandro, lanzándoles una mirada—. Ustedes dos están de lo más coordinados… ¿Mi opinión cuenta?
Aun así, su actitud indicaba que aceptaba. Luciana sonrió y miró a Sergio.
—De acuerdo, que sea así.
—Perfecto —respondió él.
Llegaron al cruce donde se encontraba el edificio de Martina y Luciana se despidió para bajarse; ellos continuarían hacia la empresa. Ella no tenía más pendientes y pensaba ir por Alba temprano.
A mediodía, Luciana pasó a buscar a la niña y, de paso, recogió los resultados de los análisis de Alejandro. Al volver a casa, comió con Alba y la acostó a dormir la siesta. Luego, por fin, se sentó a