Recordando la ceguera de Luciana, su tono se hizo aún más gentil:
—No te preocupes. Tus ojos se recuperarán. Todo va a mejorar, ya lo verás.
Para distraerla de la preocupación, insistió en la conversación sobre su bebé.
—Aunque haya nacido antes de tiempo, lloró con fuerza al nacer, ¿lo recuerdas?
Ella asintió casi imperceptiblemente. Aunque el dolor del parto había sido inmenso, Luciana recordaba aquel llanto fuerte y claro.
—A propósito… ¿ya pensaste cómo quieres que se llame? —preguntó Alejandro.
Luciana se quedó en silencio, dudosa. Negó con la cabeza. No había tenido ni un segundo para pensar en nombres.
—Está bien —contestó él—. Con el nombre formal podemos tomarnos tiempo; seguramente mi abuelo tendrá alguna propuesta, pero mientras tanto podemos pensar en un apodo, ¿no crees?
Luciana no respondió de inmediato; no se le ocurría nada en ese momento.
—Yo tengo una idea —continuó él con una sonrisa—. Nuestra princesa nació antes de tiempo, como si tuviera prisa por vernos. ¿Te pare