—¿Pero qué?
Clara mostraba un conflicto interno, como si ocultara algo. Al final, se armó de valor:
—Mónica, ¿tienes algo de dinero? Sé que debes tener ahorros… ¿podrías darme un poco?
—¿Eh? —Mónica la miró con extrañeza—. ¿Por qué pides dinero otra vez? ¿Tanta necesidad tienes últimamente?
Algo no cuadraba. Aunque su padre no le daba a Clara el control total de las finanzas, nunca le había faltado para sus gastos.
—Es que… todavía debo parte de lo que perdí en el juego la última vez.
—¿Cómo? —Mónica se llevó una mano a la frente—. ¿Cuánto perdiste exactamente?
—No es mucho. Con unos doscientos mil pesos más me alcanza.
Mónica sintió un dolor de cabeza agudo.
—Mamá, tú…
—Ya, ya… —rezongó Clara—. ¡No volveré a hacerlo! Es que con tantos problemas últimamente —tu papá, tú en el hospital— terminé muy estresada.
Siempre tenía una excusa para justificarse. Mónica apretó la mandíbula.
—Está bien. Te daré el dinero.
—Sabía que podía contar contigo, hija —dijo Clara, con un suspiro de alivio—.