—¿Puedo terminar? —pidió ella con gentileza.
Él tragó saliva y cedió, casi con obediencia:
—Sí.
—Como decía, lo he asimilado. Cuando un matrimonio no funciona, hay que concluirlo con dignidad, sin convertirnos en enemigos. —La voz de Luciana era tranquila, incluso un poco suave—. Propongo que, de ahora en adelante, nos llevemos bien.
Hechas estas declaraciones, Luciana se quedó esperando la reacción de Alejandro. Él sentía todo el cuerpo rígido; sabía que, en el fondo, era una nueva negativa hacia sus intenciones de reconquistarla, solo que maquillada bajo la idea de “buenos términos”.
—De acuerdo. —Tras un breve silencio, su mirada se aclaró con algo de resignación. Era preferible a que ella siguiera evitándolo por completo.
Retomó la marcha, acelerando un poco.
—Iré más rápido; tengo una reunión esta noche.
—Sí, claro —asintió Luciana, echándole un vistazo de soslayo. Notó que no lucía enojado en absoluto, sino más bien sereno, como si acabara de tomar una decisión.
Sostuvo sus manos