Con tantas miradas fijas en ella, Luciana no tenía escapatoria. Además, pensando en Pedro, no le era posible llevarle la contraria a Alejandro.
—Delio, creo que es mejor que todos bajen ya —dijo con una leve sonrisa.
—De acuerdo…
—¡Excelente!
—Bueno, vámonos, que ya muero de hambre.
—Lo mismo digo, no he comido casi nada en todo el día para guardar espacio.
Entre bromas y comentarios, el grupo salió al estacionamiento, haciendo como si nada hubiera pasado. Con el apoyo de seis o siete autos que esperaban, se dirigieron a Cozyroom.
A diferencia de otros restaurantes bufet, este lugar era tranquilo. La gente se acercaba a elegir sus platillos con discreción y conversaba en voz baja. Sergio había reservado tres grandes mesas, contiguas y junto a una ventana privilegiada.
La comida, desde frutos del mar hasta carnes y postres, incluía opciones de cocina mexicana, italiana, portuguesa… Todos los ingredientes se veían fresquísimos y la presentación era exquisita, algo que no se ve en cualqui