En lugar de responder con palabras, Alejandro la levantó en brazos y la metió de inmediato en el auto, llevándola directamente a casa.
***
Casa Guzmán, edificio principal.
La puerta principal estaba abierta de par en par, y se notaba el rastro de ropa tirada: zapatos revueltos, un saco de vestir, una corbata, un chal femeninos… esparcidos por todo el vestíbulo.
Minutos después, Luciana yacía tendida en la cama, inmóvil, con la respiración aún agitada. Se sentía tan cansada que no quería moverse, aunque su cuerpo pegajoso le producía incomodidad.
—Oye… —murmuró, sin abrir los ojos, dándole una ligera patada al hombre a su lado—. ¿No planeas bañarte?
Alejandro, sabiendo cuánto le gustaba la pulcritud, negó con una mueca divertida:
—¿Quién se mete primero?
Luciana abrió los ojos y lo fulminó con la mirada:
—¿Insinúas que vaya yo sola? ¿Te parece que tengo energías?
—Ja… —Él rió con agrado—. De acuerdo.
Volvió a cargarla en brazos y se la llevó al baño. No era la primera vez que Alejandro