Al llegar frente a la fábrica, Martina ya las esperaba en la entrada.
—¡Por aquí! —gritó ella con entusiasmo.
En cuanto Luciana bajó del auto, sacó un pliego de papel de su bolso.
—Mira, revisa estos diagramas y dime si es factible.
—Veamos —respondió Martina mientras estiraba la hoja—. No parece complicado; tenemos los materiales que se necesitan.
—Estupendo —repuso Luciana.
Mientras caminaban e intercambiaban opiniones, Simón les seguía a cierta distancia, echando una ojeada de reojo. La parte inicial de los planos no la entendía, pero en la ilustración final se distinguía lo que parecía… ¿un encendedor?
—¿Luciana piensa fabricarlo ella misma? —murmuró para sí, sorprendido.
Poco tardó en confirmarlo. Martina condujo a Luciana al taller de su padre, donde ya tenían libertad absoluta para usar la maquinaria. Con los bocetos desplegados, Luciana se puso a trabajar; Martina se dedicó a buscar las piezas, cotejar medidas y servirle de asistente.
Simón, de lejos, observaba en silencio y al