—Ah, ya veo —dijo la doctora, asintiendo con un poco de alivio—. Entonces te prescribiré tres aplicaciones y vemos cómo evoluciona.
—Gracias.
Mientras escribía la orden, Benítez no se privó de seguir rezongando:
—La próxima vez, dile al señor Guzmán que venga. No vaya a pensar que un bebé no percibe nada; cuando los padres se llevan bien, el pequeño crece mejor.
—Sí… Le haré caso —accedió Luciana con una sonrisa.
En su fuero interno, pensaba contárselo a Alejandro esa misma noche, y esperaba que pudiera acompañarla en futuras revisiones.
Terminado el control, todavía no era tarde, así que Luciana se volvió hacia Martina con una propuesta:
—¿Te animas a comer fuera? Tengo antojo de un buen sancocho.
—¡Sí, perfecto! —aceptó Martina con entusiasmo—. De paso podríamos ver una peli.
—Hecho.
Salieron rumbo a la zona céntrica, y en cuanto se sentaron en el restaurante, Martina empezó a escanear el lugar con curiosidad. Luciana se rió:
—¿Qué tanto miras?
—A tu guardaespaldas —respondió Martina