—¿Eres...? —Fernando la observó, algo confundido.
La joven soltó una risa alegre, se puso de pie y, ladeando la cabeza, respondió:
—Soy Bruna De Jesús. La que de niña siempre te seguía a todas partes... la "gordita".
Con esa referencia, Fernando finalmente la ubicó. La familia De Jesús y la familia Domínguez habían sido amigos por generaciones, y la madre de Bruna era la mejor amiga de Victoria. Sin embargo, la Bruna que recordaba era una niña regordeta, muy diferente de la joven esbelta que tenía frente a él.
—¡Claro, Bruna! —dijo con una sonrisa—. Cuánto tiempo sin vernos.
Después de la muerte del padre de Bruna, la familia se había trasladado al extranjero, y él no había vuelto a saber de ella hasta ahora.
Fernando miró su reloj y luego se volvió hacia su madre.
—Mamá, tengo que ir a la oficina. Papá llegará en un rato, pero cualquier cosa, llámame de inmediato.
—Claro, hijo —respondió Victoria con un asentimiento, aunque con una expresión un poco resignada. Luego miró a Bruna y aña