—Mamá, ¿qué le pasó a Martina?
Al fijarse en ella, lo entendió al instante.
—¡Martina!
En dos zancadas llegó y la abrazó.
—Mamá, yo me encargo de ella. ¿Podrías traerle una muda limpia, por favor?
—Sí, claro.
Laura recuperó el aliento, asintió con la voz trabada y salió.
Salvador alzó a Martina y la llevó al baño.
—¿Qué pasó? —ella aún no comprendía.
Él tragó en seco; no hallaba cómo decirlo. La sentó en un banquito y empezó a desabrocharle la blusa.
—Vamos a darnos una ducha.
—¿A esta hora?
Martina notó que él tenía los ojos enrojecidos. «¿Está llorando? ¿Qué pudo pasar para que llorara?» Lo supo enseguida: sintió algo extraño, miró hacia abajo y vio el pantalón mojado.
—¿Yo…? —se le heló la cara—. ¿Qué me pasó?
¿Me hice… encima?
—Martina —a él le ardieron los ojos; le sostuvo el rostro—. Es un efecto secundario de la quimio. No pasa nada. Con una ducha queda todo.
—¿De veras? —los ojos se le llenaron—. ¿Con bañarme basta?
—Sí —asintió, ronco.
Laura entró, dejó la ropa sobre la silla,